miércoles, 15 de julio de 2009

MALTERÍA



Te levantas, coges un cigarro, te lo fumas mientras dejas el grifo del agua caliente abierto; lo terminas, te duchas, desayunas, abres la puerta y te piras como siempre. Horas más tarde vuelves a casa, te maquillas, te pones lo primero que pillas y sales otra vez. Vas a ese garito cutre, pillas lo de siempre y si tienes suerte y andas con pasta te lo fumas todo en otro bar más cutre aún, y si no, te apalancas en el parque y te echas unas risas con los de siempre. Un día te da por pensar y te das cuenta de todo lo que ha cambiado, de todo lo que has cambiado: ya no te disfrazas para ir de caza, los tacones quedaron en una esquina tirados; ya no lloras por un tío, ahora lloras de risa, has cambiado el martini por la birra y en tu bolso ya no llevas antiojeras y rimel, lo cambiaste por mechero y papel. Pero lo que no ha cambiado es el bote de colonia que llevas siempre encima, ese bote que te vacías encima cada día en el portal para que tu madre siga pensando que fuiste a estudiar o a tomar un “cafetín” a un bar asqueroso de los que le gustan a ella. Sabes que le estás mintiendo pero, lo piensas todo y llegas a la conclusión de que estás mejor así; ahora tocas el cielo todos los días.



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